Los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza; por sus siglas en inglés) –o de sostenibilidad– ocupan parte del espacio social y dominan las agendas empresariales, influyendo tanto a los clientes como a los inversores. Son mucho más que una tendencia. De una forma u otra este tema, que engloba los conceptos de responsabilidad social empresarial y de negocio responsable, lleva un tiempo circulando. La sostenibilidad se percibe cada vez más como un riesgo –o una oportunidad– empresarial, por lo que las distintas partes interesadas recurren a las calificaciones ESG para cuantificar el desempeño. Si eres un proveedor o un socio comercial dentro de una cadena de suministro, es posible que esto se traduzca en solicitudes de rellenar cuestionarios de sostenibilidad por parte de tus clientes o consumidores.
Las normas de la sigla
Sea cual sea la empresa, hay pocos temas de sostenibilidad que revistan tanta importancia como este. El componente ambiental (E) parece ser el prioritario, ya que gran parte de la agenda empresarial está dominada por la descarbonización y el objetivo de la neutralidad de carbono. Sin embargo, todas las letras (E, S y G) son fundamentales tanto individual como colectivamente. Esta interconectividad debe ser nuestro objetivo a la hora de buscar la sostenibilidad empresarial.
“Lo que se puede medir, se puede gestionar”. Esta es una afirmación cierta para la mayoría de las empresas. Sin embargo, actualmente, para las compañías no resulta nada fácil definir, implementar y medir los criterios ESG, ni tampoco elaborar informes al respecto. Hay que marcar objetivos cuantificables que midan aspectos medioambientales, prácticas laborales, ética empresarial y el grado de cumplimiento de la legislación y de los reglamentos pertinentes por parte de cada empresa. La maraña de métricas y de normas de información, muchas de las cuales varían en función del sector y de la ubicación, hace especialmente difícil comprender el desempeño general de una empresa y cómo se compara con otras. Además, el sistema de medición, idealmente, también debería servir para que la empresa sepa cómo mejorar.
No todas las calificaciones ESG son iguales
Las empresas pueden valorar el desempeño en ESG internamente, creando sistemas de supervisión y de elaboración de informes propios. Esta solución funciona bien si el objetivo es comparar el desempeño entre distintos departamentos de la empresa o hacer un análisis comparativo de dos períodos de tiempo. Pero para comparar socios comerciales con sus competidores o con los estándares del sector (como quieren hacer los clientes), las compañías necesitan una visión externa con información estandarizada. Las calificaciones ESG de agencias externas e independientes pueden brindar precisamente este punto de vista objetivo y datos comparables.
Los resultados en términos de métricas y de evaluaciones pueden variar considerablemente entre proveedores. Cada uno tiene una metodología particular para recopilar y analizar la información. Algunos proveedores no ofrecen calificaciones específicas de la empresa, sino datos agregados a quien los solicita para poder valorar su relevancia por su cuenta. Otros proveedores analizan los datos de la empresa que esta proporciona mediante entrevistas o cuestionarios, los respaldan con información disponible públicamente y sintetizan los resultados en forma de calificación o ficha de evaluación.
Un ejemplo de ello es la evaluación de EcoVadis. Mediante una plataforma en línea con base empírica, EcoVadis recopila información de la empresa, la valida y la analiza para medir 21 indicadores de sostenibilidad agrupados en cuatro temas: medio ambiente, derechos humanos y laborales, ética y compras sostenibles. Las métricas y las preguntas se ponderan en una puntuación numérica en una escala de 100.
La diferencia que marca una calificación ESG
¿Qué más ofrecen las calificaciones ESG además de un resultado numérico? Para empezar, a pesar de que muchos sistemas de medición de ESG proporcionan clasificaciones (por ejemplo, las empresas cotizadas o los fondos), otras permiten tener información sobre el desempeño absoluto. La puntuación sobre 100 de EcoVadis ofrece el valor añadido de una escala de puntuación cualitativa, dividida en cinco umbrales de desempeño que van desde «insuficiente» (alto riesgo) a «destacado». En segundo lugar, el proceso de calificación ESG puede ayudar a las empresas a trazar un plan de mejora sostenible, que es lo que hace la ficha de evaluación de EcoVadis. Al destacar las áreas prioritarias, proporciona la receta para mejorar y posiblemente superar a los competidores.
En una época en que la sostenibilidad es importante, demostrar lo bien que la empresa gestiona sus responsabilidades ambientales, sociales y de gobernanza puede ser lo que haga que destaque entre sus competidores. Demostrar un compromiso con el crecimiento sostenible es más decisivo que nunca, ya que abre nuevas puertas y da acceso a oportunidades. Los efectos de red están en juego, ya que las empresas que no optan por la sostenibilidad pueden acabar sufriendo el rechazo de compradores y proveedores. Aquellas empresas que están comprometidas con los criterios ESG e invierten en ellos están dispuestas a dejar de lado a aquellas que no se esfuerzan en este sentido. Esto tiene mayor relevancia para compañías medianas, ya que las de mayor tamaño pueden sustituir fácilmente los socios que no comparten su visión, así que las organizaciones más pequeñas necesitan ponerse manos a la obra para que su propuesta de valor ESG sea la adecuada.
Las puntuaciones altas en las calificaciones ESG son un objetivo en constante movimiento debido a las condiciones cambiantes del sector. La buena noticia es que debería ser una tarea asequible para la mayoría de las empresas siempre que sean conscientes de que el compromiso con los criterios ESG no debe quedarse en mera palabrería. Se trata de un proceso en continuo desarrollo que requiere un esfuerzo sistémico y la constante evaluación de los resultados. Sea cual sea el resultado, siempre será un buen punto de partida y podrá usarse como referencia.
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